jueves, 17 de octubre de 2013

Movilidad Sostenible


Movilidad sostenible 

Ahora que todos los agentes sociales, políticos y económicos emplean el concepto de la movilidad sostenible, cabe preguntarse cuál es su significado y si existe una interpretación común por parte de todos ellos. ¿Qué pretenden los grupos ecologistas o la industria del automóvil cuando proponen dirigirse a la movilidad sostenible? 

Porque muchas veces el término acompaña medidas que empujan el modelo de desplazamientos en direcciones opuestas. Para algunos movilidad sostenible es mantener las tendencias vigentes pero buscando tecnologías más eficaces que limiten los impactos ambientales generados por los vehículos. Es decir, se trata de seguir incrementando el número de automóviles y otros vehículos, así como el de los kilómetros recorridos por los mismos, sobre todo en aquellos países y ciudades en los que la motorización y el uso del automóvil no son tan elevados como en el grupo de los países hipermotorizados del que forma parte España.

Una pequeña regla de tres indica que esa opción de extender la motorización a todo el planeta es sencillamente imposible en términos de recursos energéticos y materiales necesarios. No es posible que cada dos habitantes de este planeta tengan un automóvil a su disposición y realicen en ellos anualmente varios miles de kilómetros. 

Desde nuestro punto de vista, el empleo del concepto de movilidad sostenible debe llevar aparejado un cambio de rumbo en el modelo de desplazamientos vigente, de manera que cambie el papel de cada medio de transporte e incluso se modifique la sobrevaloración del transporte presente en la cultura dominante. Pues el transporte, la movilidad de personas y mercancías, no suele ser un fin en si mismo, sino un medio para satisfacer necesidades. 

La interpretación que proponemos de la movilidad sostenible consiste, por tanto, en generar una nueva cultura de la movilidad, en todos los planos y esferas, una nueva aproximación al modo en que realizamos, valoramos y percibimos tanto los desplazamientos como sus consecuencias ambientales y sociales. En este sentido, hay que recalcar que las consecuencias ambientales y sociales de nuestro modelo de movilidad no se reflejan exclusivamente en el ámbito local (contaminación, ruido, accidentes, ocupación del suelo, pérdida de autonomía de niños y personas mayores, etc), sino también en el global, con afecciones como el cambio climático, la disminución de las reservas de energía fósil o de materiales no renovables y la desigualdad entre personas, regiones y países. 

En el caso de la movilidad urbana, esta nueva cultura requiere reformular las políticas no sólo directamente vinculadas a la movilidad, sino también las que establecen los patrones de desplazamiento, como pueden ser las urbanísticas, las infraestructurales y las económicas/fiscales. 

En la nueva cultura de la movilidad el peatón debe tener un tratamiento preferente, siendo la bicicleta y el transporte colectivo medios de transporte complementarios con los que debe formar una alianza. El automóvil tendría así un nuevo papel, de mucho menor protagonismo e impacto. 

La experiencia internacional muestra cómo las políticas de movilidad sostenible son más eficaces si han tenido en cuenta un par de reglas de oro: que la oferta arrastra e inventa nueva demanda y que el estímulo de los medios de transporte alternativos es condición necesaria pero no suficiente para cambiar de rumbo en materia de movilidad. 

La mejora de los servicios e infraestructuras de transporte desembocan en un mayor uso de los medios beneficiados por dichas mejoras. Así, una nueva carretera induce tráfico, es decir, modifica los comportamientos de los usuarios actuales y potenciales, incrementando el uso del automóvil en este caso. 

La otra idea esencial a considerar es que no son suficientes medidas de estímulo de los medios de transporte alternativos al automóvil para conseguir un nuevo equilibrio con este medio de locomoción, sino que es imprescindible introducir también medidas de disuasión. 

Todo ello deriva en la necesidad de plantear una estrategia de movilidad extensa, que incluya numerosos elementos que están en los cimientos de los problemas de movilidad, y que conforme paquetes completos de medidas de todo tipo entre las que cabe reseñar las siguientes: 

A. Fiscalidad, economía y normativa. 
  • Establecer una fiscalidad y un sistema de precios que premien a los medios de transporte alternativos al automóvil y que penalicen los uso irracionales de éste. 
  • Evitar que el transporte en su conjunto detraiga recursos excesivos de otras necesidades sociales. 
  • Utilizar instrumentos fiscales y normas para penalizar los vehículos de mayor impacto ambiental y mayor peligrosidad. 
  • Establecer un marco legal, normativo y administrativo que facilite la incorporación de políticas y medidas que favorezcan a los medios de transporte alternativos y disuadan el uso del automóvil. 

B. Urbanismo, ordenación del territorio y movilidad. 
  • Planificar la ciudad y su área de influencia con criterios de reducción de las necesidades de desplazamiento motorizado. 
  • Planificar el crecimiento urbano con criterios de accesibilidad mediante transporte no motorizado (a pie y en bici) y transporte colectivo. 

C. Infraestructuras para el automóvil. 
  • Evitar la creación indiscriminada o la ampliación de la capacidad de las carreteras existentes. 
  • Evitar la creación de nuevas plazas de aparcamiento que faciliten el uso del automóvil en la ciudad. 

D. Estímulos para el transporte alternativo al automóvil. 
  • Desarrollar planes para mejorar las condiciones de seguridad y comodidad de los desplazamientos peatonales. 
  • Llevar a cabo planes para promocionar el uso de la bicicleta incluyendo redes de vías ciclistas 
  • Realizar actuaciones extensas y profundas para mejorar la funcionalidad y el atractivo del transporte colectivo. 

E. Disuasión del uso del vehículo privado. 
  • Establecer medidas que restrinjan la circulación de automóviles en calles, barrios o el conjunto de la ciudad.
  • Implantar una política completa de aparcamiento que disuada los usos más irracionales del automóvil. 

F. Recuperación de la calle como espacio de convivencia. 
  • Calmar el tráfico con la implantación de normas y dispositivos para reducir la velocidad de los vehículos, creando por ejemplo áreas de 30 km/h. 
  • Establecer planes y estrategias para mejorar la seguridad vial con criterios favorables al peatón o la bicicleta. 
  • Aplicar las normas de la legislación de accesibilidad en el viario para facilitar los desplazamientos de toda la población (incluyendo las personas con discapacidad) y suprimir las denominadas barreras arquitectónicas. 
  • Aprovechar las obras rutinarias en la calle para mejorar las condiciones para el peatón, la bicicleta y el transporte público. 

G. Cambios en los hábitos y comportamientos en la movilidad. 
  • Aplican nuevos criterios de urbanización de la calle favorables al calmado del tráfico y a los medios de transporte alternativos. 
  • Desarrollar planes de movilidad en centros escolares (proyectos de CAMINO ESCOLAR) para reducir la dependencia de los escolares respecto al automóvil y los medios motorizados. 
  • Establecer planes de empresas con el fin de estimular el uso de los medios de transporte alternativos de los trabajadores y visitantes de sus centros; incluyendo las propias administraciones que generan un importante volumen de desplazamientos hacia sus centros de trabajo y atención al público. 
  • Realizar planes para orientar la movilidad generada por las administraciones públicas hacia pautas de menor impacto ambiental y social, tanto en lo que atañe a sus trabajadores como a los visitantes de sus instalaciones y oficinas. 
  • Desarrollar nuevos instrumentos de información, difusión y promoción de la nueva cultura de la movilidad, que contrapesen los mensajes necesariamente sesgados que llegan a la ciudadanía procedentes de los poderosos intereses económicos en juego (industria del automóvil, infraestructuras, petróleo, etc.). 

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